Las mariposas transportan el polen de las flores a diversas plantas con lo cual ayudan a la polinización, hacen parte de la cadena trófica de los seres vivos y son indicadores ecológicos de la diversidad y salubridad de los ecosistemas en que habitan.
Estudiadas desde hace mucho por los aficionados, que han aportado abundante información sobre su distribución y biología, las mariposas diurnas se han convertido en un grupo de prueba clave para la investigación ecológica y evolutiva. Son muy apropiadas para la investigación genética en laboratorio, es fácil seguirles la pista en el campo y se cree que son representativas de la mayoría de los insectos herbívoros, los más importantes competidores de la humanidad por la comida.
Las mariposas son excelentes bioindicadoras del estado de salud de los ecosistemas naturales, más que ningún otro animal, reflejan las condiciones de conservación o de alteración de los ecosistemas debido a la estrecha relación planta-animal. Dos de los cuatro estados de desarrollo por los que atraviesa una mariposa dependen exclusivamente de las plantas: las orugas son netamente herbívoras, mientras que los imagos (la mariposa adulta) se alimentan sobre todo de néctar y de polen.
Por todo esto, estamos seriamente preocupados antes el informe de Greenpeace en el que muestra los efectos del cambio climático en España, y en concreto hace referencia a la Sierra de Guadarrama por los cambios altitudinales de la flora y fauna. Al subir la temperatura las especies modifican sus hábitos, ciclos reproductivos, dónde viven…, y se trasladan a zonas más altas.
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